domingo, 31 de agosto de 2014

¿DÓNDE EL SUJETO HISTÓRICO?



Siempre me gustó seguir los resultados de las encuestas y estudios procedentes de instituciones oficiales. Las cifras en sí pueden no ser nada. Sus conclusiones políticas, fácilmente manipulables. A pesar de ello, me gustan. Me sirven para contrastar hasta dónde mi análisis de la realidad, eso que suelo definir como un trabajo de psicología social doméstica, a pie de autobús y de las tiendas de mi barrio, resulta ser mera especulación o alucinación. No es por echarme flores pero mis conclusiones resultan ser bastante objetivas. Creo que esto se debe a que todos esos datos que voy recogiendo en mi ir y venir entre la clase trabajadora, de la que formo parte,  pueden ser “metabolizados” con un método, el marxismo, que me acompaña como una segunda piel.
En cuanto a la manipulación, no puedo dejar de poner el ejemplo más abusivo y canalla. Nos explicaba el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hace tan solo unos días, después de las cifras aportadas por el Instituto Nacional de Empleo (INEM), que en España estamos creando empleo; cuando en realidad se siguen destruyendo decenas de miles de puestos de  trabajo. La trampa es muy simple: dadas las condiciones laborales que se han propiciado, la precariedad en el empleo va en aumento; una de las expresiones de dicha precariedad son los contratos a tiempo parcial, es decir, de una hora al día, de varias horas a la semana, y mil variantes. Pero el trabajador sometido a esas condiciones de sobreexplotación ha dejado de estar en el paro y ha pasado a engrosar las cifras de los que han encontrado empleo. Ahora bien, si fijamos la jornada laboral media en torno a las 39 horas semanales, por ejemplo, para  haber creado un puesto de trabajo, se necesitarían al menos 6.5 trabajadores de los que trabajan 6 horas a la semana. Ahí está la trampa del canalla de Rajoy.
Los resultados de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), sobre intención de voto, son muy apetitosos de comentar y de buscar en el comentario un análisis más de fondo.
El sistema electoral ha quedado, según esta encuesta, “patas arriba”. La crisis del modelo pactado en la “Transacción Política”, sigue haciendo aguas, a pesar de que nos hayan cambiado a un Borbón por otro.
Los partidos tradicionales, sostén del bipartidismo, siguen descendiendo; el descrédito comienza a afectar también a organizaciones políticas como Izquierda Unida y UPyD. Todo lo cual es producto, según los analistas, de la irrupción de un nuevo partido llamado Podemos, que podría convertirse en la tercera fuerza política a nivel de Estado. A esta situación la califican algunos de “burbuja electoral”.
En determinadas ocasiones una no tiene más remedio que sufrir de forma voluntaria. Siempre las encuestas del CIS sobre intención de voto generan de inmediato “debates” en los medios. Hay que tragarse de modo literal, ya que digerirlo sería imposible, las cosas que dicen. Yo cojo una libreta y anoto frases contundentes. Soslayo, por supuesto,  los programas  más “cutres”, aquellos que reúnen a toda una pléyade de antiguos izquierdistas hace tiempo convertidos en repugnantes paladines del fascismo más rancio porque a estas alturas de la vaina, mi estómago no los soporta.
En resumen, los más “presentables”  vienen a decir lo siguiente: que el voto “transversal” de Podemos, que arranca electores a todos los partidos sin excepción, es un voto “emocional” (opuesto al voto racional), de rabia o castigo a los partidos tradicionales, a modo de aviso para que dichos partidos tradicionales tomen nota del cabreo generalizado; y, a partir de ahí comienzan las descalificaciones: populismo mussoliniano, populismo bolivariano, populismo utopista; carencia de propuestas, generalidad al señalar los problemas que a todos preocupan (paro, vivienda, salud, etc.); inviabilidad orgánica. ¡En ningún caso!, se rasgan las vestiduras, el voto a Podemos puede ser interpretado como quiebra del sistema político; como mucho, una algarada de primavera o una subida hormonal…
Se nota que están nerviosos, muy nerviosos.
“Cosas veredes, Sancho”, les digo en silencio y recuerdo una anécdota que me ocurriera en Rímini, creo que en el año 1999, cuando tuve la oportunidad de entrevistar a Carolus Wimmer, responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista de Venezuela. Habíamos hablado de muchos temas que tenían que ver con la actualidad venezolana y, entrando en el tema de la distorsión que provocaban los medios, de las campañas de difamaciones contra Hugo Chávez, de la impunidad con la que se comportaban, Carolus me dijo:
- Camarada, apague por favor su grabadora. Lo que voy a decirle queda sólo entre nosotros… ¿Usted sabe por qué Chávez es como el Güaire? Yo le contesté que no, y él concluyó su “cuento”: - Porque cuanta más mierda le echan, más crece[i].
            Al margen de estas intenciones de voto, me interesa detenerme en algunos aspectos sociológicos que me han llamado de modo especial la atención.
Resulta que, entre los votantes del PP, son mayoría los que solo tienen estudios primarios. Y entre los del PSOE, los sin estudios. Siendo los mayores de 55 años, la principal base electoral de ambos partidos tradicionales.
Comentaba en un artículo publicado en Público, Aníbal Malvar, en relación a estos datos que “las personas más desfavorecidas por el sistema son las que más votan al sistema”.
De aquí mi pregunta, que no es nueva: ¿Dónde el sujeto histórico?
Queda claro que los sectores más vulnerables al consenso de la economía especulativa resultaron ser los sectores populares y, muy concretamente, la clase trabajadora. Devastada por las políticas de ajuste son ahora, también, las que manifiestan menos capacidad crítica. En la votación que se presume según la encuesta del CIS al Partido Popular, existe un porcentaje de voto ideológico propio; al que se añade en mayor proporción el de los sectores de trabajadores más castigados por las políticas de ajuste.
Por el contrario, en ese voto “transversal” que se inclina por PODEMOS, encontramos a sectores urbanos de las clases medias, un sector de asalariados, titulados de grado superior, funcionarios, técnicos, jóvenes de distintos orígenes sociales, etc.
Todo tiene su por qué, nada transcurre en el vacío, está claro. A las transformaciones orgánicas sufridas por la clase obrera tradicional, en el proceso de adecuación de nuestro capitalismo periférico a los dictados del modelo de integración imperialista europeo (lo que llamaríamos las condiciones objetivas), hay que sumar el abandono y el maltrato al que ha sido sometida la clase obrera, generación tras generación,  por sus organizaciones tradicionales, sindicatos y partidos (lo que llamaríamos las condiciones subjetivas). Son parte del modelo político y económico apátrida impuesto, renunciaron hace décadas al trabajo imprescindible de organización, articulación y formación que históricamente hizo que la “clase obrera en sí”, se desarrollara hasta conformar la “clase obrera para sí”. Como en tantas otras coyunturas históricas, la crisis social, por muy aguda que sea, no conduce de modo irremediable a la Revolución… también es el sustento del fascismo y del autoritarismo.
En mi época como estudiante universitaria existía una organización,  Plataformas Anticapitalistas, que tenía en el distrito de Granada una fuerza muy considerable. Uno de sus dirigentes se llamaba Fernando; un joven instruido y brillante con el que, pasados muchos años, llegué a construir una sólida amistad. Siempre crítico con los sectores del marxismo-leninismo, conmigo sin ir más lejos pues nunca dejé de serlo.
Hace unos diez años, una tarde, pasó por nuestra casa para saludarnos; no estábamos. Decidió esperar un rato, dando vueltas por el barrio y sus placetas, en espera de que llegáramos. Los puntos neurálgicos estaban a esas horas repletos de jóvenes de ambos sexos, hijos de trabajadores manuales, clase obrera pura y dura; toda esa juventud con motos haciendo ruido con los tubos de escape preparados para ello, recorriendo a gran velocidad las estrechas calles poniendo en riesgo la seguridad de ancianos y niños; violentos con la gente, violentos entre ellos, siempre consumiendo drogas a la vista de todo el mundo; ignorantes desertores del sistema de educación; imposible el diálogo con ellos, tenían el barrio infectado de puntos de droga y de venta de artículos robados, las plazas sucias y peligrosas fueron abandonadas por los viejitos y sus tertulias a la sombra de los árboles; hostigaban todas las tardes a las mujeres que se reunían en el Taller de Manualidades, incluso a la señora Dolores la amenazaron en muchas ocasiones y un día de Reyes, un niño en moto de 14 años se llevó a una de sus nietas a dar un paseo y la violó en las tapias del cementerio. La mayoría del barrio, hombres y mujeres, defendieron al muchacho.  Fue una etapa terrible la que llegó con el ladrillo. Mientras, los hijos e hijas de las llamadas clases medias, de empleados públicos, propietarios medianos o grandes de tierras o negocios, llegaban uniformados de los colegios privados…
Matizo que en ambos “bandos” hubo excepciones; estoy reflejando la situación general y les comento que no vivo en Nueva York, ni mi barrio se llama Harlem. Nuestro pueblo es un municipio del área metropolitana de Granada, por entonces próximo a los 10.000 habitantes, con una fuerte tradición de lucha obrera y popular. Mi barrio, llamado “de los alemanes” porque las casas las fueron comprando los emigrantes del pueblo que estaban en Alemania, tiene una población estable, los vecinos y vecinas nos conocemos desde principios de los años 80.
El ojo analítico de mi amigo Fernando observaba este panorama y sacaba sus propias conclusiones. Conociendo mi ideología y los debates que mantuvimos en nuestra común trinchera de la lucha antifranquista, no quiso abandonar el pueblo sin dejarme una nota en el buzón de correos. Era simple pero demoledora: “Niña, he estado dando vueltas por el barrio y no puedo regresar a Málaga sin preguntarte si aún sigues creyendo en el “sujeto histórico”.
No pude más que reírme y volver a maldecirlo con cariño pero en silencio, como cuando éramos jóvenes y nos enfrentábamos en las asambleas de facultad.
Lo malo, Fernando, es que tengo que contestarte que SÍ, QUE SIGO CREYENDO QUE SIN SUJETO HISTÓRICO NO HAY TRANSFORMACIÓN Y QUE EL NÚCLEO DE ESE SUJETO HISTÓRICO NO PUEDE SER OTRO QUE LA CLASE OBRERA.

Roete Rojo




[i] El Güaire es el río principal de Caracas.

jueves, 28 de agosto de 2014

EL ESPEJISMO DE LA IZQUIERDA CAUTIVA (Comentarios a los resultados electorales en España, 2003)

Estoy rescatando textos antiguos. Me encontré con éste, justo cuando estaba escribiendo sobre los últimos resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA) y sobre los resultados del último estudio sobre intención de voto, realizado por el Instituto Nacional de Estadística. ¡Resulta tan difícil comprender lo que hoy está pasando a niveles políticos en el Estado español, sin echar una mirada reflexiva a nuestro pasado más reciente! Por eso decidí publicar en el blogs mis comentarios sobre los resultados de las elecciones municipales de 2003; también autonómicas en algunas Comunidades. Recuerdo muy bien la coyuntura: estaba harta de ser la agorera de todas nuestras amistades que vaticinaban un triunfo de las izquierdas, dado el nivel de movilizaciones populares que se habían sucedido. Por desgracia, los peores augurios se confirmaron. Con un 32.33% de abstención, el PSOE obtuvo 7.999.178 votos (34.38%), el PP, 7.875.762 (33.85) e IU, 1.394.871 (5.99), respectivamente. Por las características de nuestra Ley Electoral, el PP obtuvo mayor número de concejales, ganando en 35 de las 52 capitales de provincia, en 27 de ellas por mayoría absoluta; ganó igualmente en 9 de las 13 Comunidades Autónomas, que fueron a elecciones.


            Con más de un 30% de abstención , el Partido Popular puede estar satisfecho con los resultados obtenidos en las elecciones municipales (y autonómicas en algunas Comunidades), celebradas el domingo 25 de mayo.
            En los meses previos, se produjeron  multitud de movilizaciones, con una participación masiva y presencia importante de la juventud: contra la Ley de Ordenación Universitaria, contra la reforma de la Ley de Extranjería; Huelga General para frenar la última contrarreforma laboral impulsada por el Gobierno del PP. A lo que habría que sumar el impacto que la catástrofe del “Prestige” produjo y la responsabilidad no asumida del Gobierno.
            Las elecciones se convocaban, pues, en el peor momento para el Partido Popular, en medio de una impugnación constante a políticas internas e internacionales. La Contracumbre de Barcelona, el Foro Transatlántico o la Contracumbre de Sevilla aguaron los “festejos” de la Presidencia española de la Unión Europea, durante el 2002.
            Desde principios de 2003 mucha gente sacaba conclusiones sobre cómo afectaría la contestación social sobre los resultados electorales de mayo. Cierto que es difícil vivir sin esperanzas y que el optimismo histórico es necesario en cualquier empresa transformadora. Pero ese optimismo no puede arrasar con la experiencia y la memoria histórica de las últimas décadas.
Tan acostumbrada la izquierda a hacer tabla rasa con el pasado sin pararse a medir las consecuencias últimas de su irresponsabilidad, ha olvidado que durante los años de gobiernos del PSOE, también se produjeron movilizaciones multitudinarias (4 Huelgas Generales; luchas muy radicalizadas en las comarcas afectadas por procesos de reconversión industrial y la más politizada de todas, con motivo del ingreso de España en la OTAN), sin que ello afectara al panorama electoral.
            Sociológicamente, nos guste o no, el mapa de España rezuma conservadurismo por muchos de sus poros. Conservadurismo que es expresión del grado de asentimiento, de consenso que diría Gramsci, alcanzado por el sistema de dominación salido de la “Transacción Política”. Conservadurismo acrecentado durante los gobiernos del PSOE, cuando sectores que habían creído en la política del “cambio” comprobaron el carácter antiobrero y antipopular de sus gobiernos. El conservadurismo, como fenómeno de masas, sienta sus raíces, además,  en una situación de inestabilidad e incertidumbre económica, que lanza a miles de trabajadores y trabajadoras al desempleo y la exclusión pero que permite a otros la locura del endeudamiento en base a jornadas y condiciones de trabajo desconocidas por las generaciones anteriores. El conservadurismo se expresa como miedo a cualquier cambio, una necesidad de agarrarse a lo que hay, una negación al compromiso o la simple sorpresa.
            En el subconsciente quedan aún demasiados sedimentos producto de décadas de fascismo paternalista. Pervive la pleitesía ante el poder, la aceptación de la corrupción generalizada; el caciquismo ha sobrevivido como superestructura una vez desaparecidas las condiciones económicas que lo sustentaban. Sólo desde este análisis resulta comprensible el apoyo electoral al PP en Galicia o el castigo recibido por el Bloque Nacionalista Gallego en las zonas más afectadas por el chapapote. La pregunta que se han hecho los afectados por la marea negra ha sido: ¿Quién va a gestionar las ayudas prometidas? La respuesta en forma de apoyo electoral es clara y significativa.
            No quiso la izquierda cautiva hacer una valoración rigurosa de los límites de las movilizaciones contra la intervención en Irak. De haberlo hecho hubiese sido más cautelosa en sus expectativas; craso error electoralista pues un gran sector de los movilizados no estaba pensando su protesta y lucha en esos términos. Muy al contrario su protesta y lucha incluía también su desprecio a un sistema electoral en el que para nada se sienten representados, así como su desprecio más o menos elaborado a los partidos del sistema. En un cartel de una organización estudiantil granadina, tras las movilizaciones contra la LOU, pudimos leer: “Yo voto, tu votas, el vota, nosotros votamos, vosotros votáis y ellos deciden”.
            Las movilizaciones, objetivamente extraordinarias, deberían haber servido, por el contrario, para un cambio de mentalidad y estrategia de aquellos que se reclaman de izquierdas. Cambios en profundidad y no “afeites” engañosos que resultaron engañar solo a ellos mismos…¿Cómo olvidar que los que hoy levantan la bandera contra la guerra ayer nos metieron en la OTAN? Los estudiantes pudieron comprobar cómo los Claustros que defendieron la desobediencia ante la LOU pasteleaban meses después con el Ministerio de Educación para su aplicación; los trabajadores y las trabajadoras movilizadas por los sindicatos han visto cómo sus derechos son suprimidos a nivel de empresa, etc. Todos hemos podido comprobar cómo Gobierno y oposición atacaban los derechos democráticos del pueblo vasco, incluidos los de asociación con fines electorales.
            Magníficas movilizaciones que reclaman otro modo de entender la democracia y la participación democráticas. Que señalan la necesidad de bajar al cuerpo social y desplegar todos los esfuerzos en el camino de la vertebración y estabilización del movimiento popular. En fin: el siempre camino difícil de organizar al pueblo para disputarle la hegemonía al bloque en el poder.
            Todo hijo de vecino se ha permitido una valoración de los resultados electorales. Ninguno ha mencionado la curiosa situación producida en relación a las elecciones municipales de 1931 que, sin haberlo propuesto nadie, acabaron proclamando la II República: la derecha ganó en número de votos pero en las zonas rurales y en el interior del país; las izquierdas ganaron en las grandes ciudades donde supuestamente, pasados más de 70 años, siguen viviendo, y en mayor número, los sectores de mayor vitalismo político y social. En estas elecciones municipales de 2003, la derecha ha barrido en las grandes ciudades y la izquierda, a duras penas ha mantenido su mayoría en las zonas rurales y en el interior. Curiosos resultados que exigirían algo más que palabras altisonantes.
            En Andalucía los herederos del fascismo histórico han reconquistado, entre otras ciudades, la de Granada. Los datos definitivos se hacían públicos justo el 26 de mayo, en el 172 aniversario de la ejecución a garrote vil de Mariana Pineda por haber defendido los ideales republicanos y la libertad.
           
En Granada, mayo de 2003
Roete Rojo



viernes, 8 de agosto de 2014

LAS BUENAS INTENCIONES

            Nadie puede exterminar al niño que lleva dentro. Lo intentamos a menudo y descubrimos que su salud y fortaleza están hechas a prueba de bomba.
            Una de las circunstancias en que se hace más presente es a finales de vacaciones de verano; estuve a punto de escribir “a finales de septiembre” pero hace tiempo que vencí el eurocentrismo y no tardé en recordar a mis amigos uruguayos, entre otros, que andan por estas fechas, cagándose de frío.
            El niño que todos llevamos dentro se presenta por estas fechas bajo la forma de buenas intenciones. Cada quien elige las suyas. Yo debo ser algo dogmática, o quizás sólo algo sentimental, pues las mías se repiten desde la más dura infancia.
            Mis buenas intenciones consisten en “organizar mi vida” para superar el despiporre, el ir y venir sin método, el hacer las cosas a salto de mata y un largo etcétera de arbitrariedades domésticas.
            En realidad no me hago muchas ilusiones y la prueba más palpable consiste en que, con el paso del tiempo, mis buenas intenciones se han ido reduciendo hasta la mínima expresión. Atrás quedaron los tiempos en que todos los viernes de verano, cuando acompañaba a mi madre al cementerio de Granada en sus promesas interminables, mis buenas intenciones eran sólo comparables en número al de chantajes planteados a Dios al final de cada curso académico.
            Aquel Dios de la infancia era estupendo. Yo le decía: -Dios mío, si apruebo el curso te prometo que en el próximo estudiaré todos los días, te prometo que no fumaré, que no volveré a leer el libro de Amado Nervo escondida debajo de la cama, que no volveré a cabrearme con la abuela Concha, que no saltaré las escaleras de siete en siete, que no comeré cebolla con pan, que no beberé el vinagre a hurtadillas, que no desearé morirme cuando la pena me acongoje, que no volveré a perder el tiempo en el colegio escribiendo cartas interminables a Kirk Douglas…
            Aquel Dios de la infancia era estupendo porque me escuchaba y la prueba más clara consistía en que siempre aprobaba el curso. Aquel Dios de la infancia era estupendo porque nunca se cobraba las deudas. Y, después de las buenas intenciones, que pretendían ser la otra cara de las promesas hechas, cada quien volvía a sus asuntos cotidianos.
            Aquel Dios de la infancia fue estupendo pero desapareció. Por eso, ahora, hay que ser más precavidos y medir con meticulosidad el número de las buenas intenciones, si es que no queremos hacer el ridículo ante nosotros mismos y perder una porción más de nuestra ya deteriorada autoestima. No somos más que espantapájaros a los que no respetan los gorriones; trapos tendidos que la brisa mueve y moja la escarcha. Nuestra vida es como una patera a la deriva que bañistas bronceados observan desde sus sombreadas posiciones.
            Mis buenas intenciones han quedado reducidas a simples objetivos, palabra más fría y madura: estudiar al menos un par de horas al principio  de cada mañana, comenzar a escribir esa novela que me ronda como una ilusión cada día más marchita y apuntar en la agenda la fecha y hora exactas de todas y cada una de las reuniones a las que deberé asistir.
            ¡Batalla ingrata! Pues desde el primer día comprobaré que la agenda se ha convertido en un enemigo invencible. Para empezar, nunca se encuentra donde debiera estar y por más que me empeñe en sistematizar su presencia, su localización resulta siempre una guerra de posiciones. Si yo estoy arriba, ella está abajo o viceversa. Si yo me encuentro fuera, ella, seguro, se hallará dentro o viceversa.
            He probado multitud de estrategias. Agenda-pequeña cuyas letras y números no puedo leer sin lentes; agenda-grande cuyo peso jode mi espalda si la llevo en la mochila; agenda-inexistente, en formato de papelitos repartidos en bolsillos, vasos, lapiceros o ceniceros, que no encuentro cuando suena el teléfono para recordarme lo que había olvidado; agenda-doble-triple, que duplica o triplica el trabajo; agenda-pizarrón, pipirrana de números de teléfono, citas, recetas de cocina, horario de medicamentos…
            O será simplemente que septiembre es para nosotros los mediterráneos el peor mes del año para las buenas intenciones. Un mes de transición que oculta en su frondoso calendario de días las más inusitadas sorpresas. Puede ser que haga un calor “desproporcionao”, expresión que el joven Javi traduce como “que te cagas que te pees”. Pero puede ser también, o al mismo tiempo, que la casa se llene de visitantes y, como entenderán, en esas condiciones no hay forma de meditar las buenas intenciones. “Todo es posible en Granada”, dice un refrán que seguro se refiere a acontecimientos trágicos y que para el caso que tratamos es sinónimo de sorpresa.
            Mis buenas intenciones tendrán que compartir trinchera con las de Roque, empeñado como todos los años en perder peso, caminar mucho, levantarse temprano y mil asuntos que, como suele repetirme, “forman parte de sus derechos humanos”.
            Distintas tareas de transición impedirán, además, ocupaciones de mayor calado intelectual: la maldita parra que a punto está de invadir la cocina; el traslado de plantas de un sitio para otro, guardar la ropa de verano y todos sus estragos en forma de bañadores, toallas, sandalias, cambiar la ropa de las camas… Resulta un verdadero tormento vivir en el mundo subdesarrollante con cuatro estaciones anuales.
            Este verano, de todos modos, ha resultado bastante especial para bien y para mal.
            La Sierra de Parapanda, “pan dará”, según la leyenda sobre su origen etimológico, ha disfrutado de un verano que le hizo recordar aquellos tiempos en los que Aixa, la madre de Boabdil, ocupaba su residencia en la alquería de Íllora. Este verano no han desaparecido los neveros y ella, Parapanda, ha podido disfrutar en la distancia contemplando las garras de hielo banco sobreviviendo en las alturas de Sierra Nevada.
            Las sandías procedentes del infierno de El Egido crecieron infectadas y tuvieron que ser arrojadas a los estercoleros, convertidas en amorosa cuna para insectos y plagas. Esas sandías, teñidas de sangre por la sobreexplotación de miles de trabajadores llegados en pateras, se declararon en huelga y se hicieron incomestibles. Frente a ellas, ya decapitadas, pudimos disfrutar de otras sandías, las de siempre, cultivadas sin plásticos, con pepitas, como Dios manda, caras al principio y baratas al final de la temporada.
            Jon ha regresado a Nafarroa después de su prisión preventiva decretada por el superjuez Garzón. En el pueblo de Arriba la familia Gorriti sigue recibiendo amigos y compartiendo con ellos palabras y bebidas fraternales. Cuando llamaron por teléfono pude hablar con Jon, el jovencito barbilampiño que habíamos conocido años atrás, tímido, de pocas palabras. Tomé el teléfono un poco asustada porque una cosa es escribir cartas y otra enfrentarse a una conversación pero ésta fue “desproporcioná” y creo que ambos pudimos comprobar que ya para siempre existirá una química especial entre nosotros. Estamos tan poco habituados a la ternura que hemos olvidado sus efectos devastadores.
            El verano termina para mí con la constatación de una derrota sin paliativos. Casi a punto de llegar a Ayacucho –entiéndase a la batalla de igual nombre-, mi corazón se negó a seguir sufriendo y cerré el libro. Mi amor por Bolívar se ha convertido en algo tan desmesurado que me niego a compartir de nuevo la derrota final. Que Sucre haga lo que le salga de los güevos, que Manuela siga provocando a diestro y a siniestro, que el Libertador levante la pena de muerte a Santander por su complicidad en el intento de asesinarlo, que siga tosiendo cuanto quiera, que delire de fiebre y de proyectos…¡Que se vayan todos al carajo!
            Hasta aquí llego y tiro la toalla y me digo: - ¡Al infierno, también, las buenas intenciones! Mejor será dejar las cosas como están. Para qué luchar contra la realidad de que cada mañana al levantarme no podré hacer nada hasta que me haya fumado varios cigarros y bebido varias tazas de café. Por qué oponerme con intransigencia a la necesidad de estar pegada al ordenador hasta altas horas de la madrugada; por qué suprimir las conversaciones en el gineceo con mis vecinas; por qué renunciar al clima que crea alrededor de la mesa la botella de vino que se comparte… al final, el mejor antídoto contra las buenas intenciones se despierta disfrazado de esperanza. Esa es la solución: sustituirlas por esperanzas será la mejor medicina. Y como una esperanza es algo tan complejo y tan concreto, no tendremos tiempo de seguir pensando en entelequias.
            Esta que suscribe seguirá soñando cada mañana en que el indio taíno se acuerde de enviarle “besitos y ojitos” desde cualquier rincón de la República Dominicana, por ejemplo.

Primera semana de septiembre de 2001


La Loca Manuela granadina